La ambivalencia en la Maternidad

En nuestra sociedad es esperado y se nos anima tanto a hombres como a mujeres a ser madres o padres.  Nos inculcan que es el logro más importante en nuestras vidas.  En muchos sentidos si lo es, por supuesto, ¿pero todos y todas tenemos esa plantilla de la maternidad desarrollada de la misma manera en nuestros genes? ¿Porque hay mamás o papás a los que “se les da” tan fácil el criar? ¿Es realmente así o es sólo una “pantalla” que todos los demás vemos?Actualmente las madres primerizas en Chile tienen entre 25 y 39 años cosa impensable hace 30 años atrás, donde una madre primeriza de 23 años se consideraba “añosa”.  El embarazo y el ser padres se ha ido postergando por decisión propia, lo que me pasó a mi personalmente, que les comentaba en el post de la semana pasada.

Yo si tenía claro que quería ser madre, hay otras mujeres que también lo sienten, pero a muchas mujeres la maternidad nos produce más conflictos y ambivalencia que ese gozo ilimitado de amor y dedicación del que la sociedad entera habla.  ¿Por qué? ¿Soy una mala madre por sentirme así?

El reconocer que la maternidad te produce dos emociones o sentimientos opuestos, es ir directamente en contra de los mitos culturales más queridos por nuestra sociedad.  Por un lado felicidad y amor, por otra frustración y ganas de salir corriendo a tomar aire sin escuchar a nadie, sólo silencio, sólo tiempo para uno.

De esos sentimientos opuestos no se habla, quizás en el círculo más cercano de amigas alguien pueda tocar el tema, pero de lo contrario lo vive cada mujer en sus cuatro paredes y para si, no va a ser cosa que vayan a decir que eres una desagradecida por lo que Dios te ha dado, unos hijos maravillosos, sanos y vivos.

Lo estoy, enormemente agradecida, le agradezco a Dios y al universo cada vez que los observo jugando, riendo. Los abrazo y los beso desde el fondo de mi corazón y disfruto cada segundo de esos besos mojados, pero…en algunos momentos me falta tiempo para mi, a solas.  Extraño poder ir al gimnasio cuando yo quiera, salir a caminar sin pensar con quién dejo a los niños, quedarme tirada en el sillón viendo películas el fin de semana completo y pedir pizza para ni siquiera tocar la cocina. También extraño esos regaloneos matutinos con mi marido para luego seguir durmiendo abrazaditos, si, claro que los extraño.  Extraño esas instancias necesarias para poder reponerme de energía, para enfrentar la vida con fuerza, optimismo, alegría y así ser una mejor madre aún.

¿Que mujer no sentiría esta ambivalencia hacia lo único en la vida que cambió totalmente su futuro? ¡Si a ti te pasa, sólo te puedo decir que a mi también y seguro a muchas más y que somos normales!  Somos personas, mujeres, que contrariamente a lo que dice el mito, la crianza no es innata en la hembra humana, se necesita una participación activa y requiere de mucha fuerza, energía, voluntad, inteligencia y resolución.  Pero en la sociedad esto no se habla, en lugar de eso le añadimos un exagerado idealismo al día a día de ser madres o padres.

Ninguna madre o padre fue diseñado para ser la/el única(o) fuente de energía que sustenta la vida de un hijo, sin recibir apoyo y ayuda externa, para ella personalmente y para sus necesidades individuales.  Los primeros meses las madres sustentamos esta vida con nuestra sustancia misma que es la leche materna, pero luego lo hacemos con nuestro corazón, mente y alma.  Esta energía que gastamos en criar debemos reponerla de algún modo, con el cuidado y desarrollo personal, es la única manera de que podamos hacer un buen trabajo para nuestros pequeños.

Cuando no logramos reponer periódicamente este combustible necesario para poder criar y atender a otros, o cuando las madres no consiguen satisfacer sus necesidades de desarrollo personal separadamente de las necesidades de sus hijos o familias, este motor, que mueve todo, comienza a presentar problemas y fallas que se manifiestan en forma de depresión, ansiedad, e incluso violencia, que afectan tanto a madres como a los hijos.  ¿Cuantas veces no nos hemos sentido pésimo por haber colapsado y haberles gritados a los niños? ¡Porque sencillamente no dimos más!

Lo más triste de esto es que recién ahí, tu entorno se da cuenta que algo no está bien contigo, que necesitas más tiempo para ti y tus necesidades básicas.  Lamentablemente la enfermedad se convierte en la única forma socialmente aceptada de satisfacer esa necesidad de sustento.

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